A la fiesta de La Tirana hay que ir con los mejores trajes. Elegantes, por dentro y por fuera, frente a la virgen, a la madre. Antes los demás, poco importa.

Los bailes religiosos no escatiman en gastos. Lo sagrado es una instancia a la que hay que visitar con lo mejor que se tenga. Tienen un largo año, corto para ellos, para dotarse de los mejores trajes. La economía popular se dinamiza al igual que la de Tacna: platos únicos, rifas, bingos, constituyen estrategias para el logro de sus objetivos.

Se suele tener hasta tres trajes. El más elegante para el día 16. Y no sólo está hecho de telas, sino que también, en algunos casos, de plumas como el caso de la variedad de indios pieles rojas y de chunchos, de panderetas para los gitanos, matracas para los morenos, bandera, flauta y tambor para los chinos. Chontas y lanzas para los indios y chunchos. Y de una inmensidad de pañuelos.

El traje funciona como una doble piel. Deja la cara al descubierto. Recordemos que solo los diablos usan mascaras. El resto, usa su traje como una forma de metamorfosis. El tripulante, la peluquera o el comerciante deviene en piel roja, gitano o moreno. El trabajador secular deviene en danzante. El traje es una etiqueta que remite a territorios, oficios o bien a la mezcla de ambos. Las mujeres cuando bailan nunca miran a quienes la miran. «No le bailamos al público» me dice Romina. Se le danza a la virgen. Las que por función en el baile, deben lucir graciosas, lo hacen sin mirar al público. Elevan la mirada.

El equipaje de La Tirana contiene una caja de herramientas para estos efectos: plancha, dedales, agujas, hilos, huincha de medir, etc. El cumpleaños de la madre, de la china, es el evento del año. No hay espacio para escatimar en gastos.

Son trajes para la fiesta y son de múltiples colores que convierten esos días a La Tirana, en el gran jardín del Norte Grande. Se vence, con la fe, a la aridez del desierto. El susurro del viento se reemplaza por los sonidos de los bronces y más de quinientos bombos operan como un solo corazón.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 16 de julio de 2019.