Nos cuesta como ciudad construir entre todos una agenda de verano con, por lo menos, seis meses de anticipación. El carnaval de Arica, que hay que admirar, lo hace así, incluso antes. Durante estos meses, y sobre todo febrero hay una sobre oferta de eventos. Muchos de ellos no tienen la publicidad que se merecen, pero aún así, tienen su público.

Uno de estos eventos fue sin duda alguna, el campeonato de verano de básquetbol. Una tradición que arranca desde los años 60, sino antes, y que congrega a los mejores de este bello deporte. Se recuerda las grandes veladas organizada por los pesqueras, y antes por la asociación de básquetbol. Ha sido retomada en este comienzo de siglo. Le ha tocado a Norteamérica, a Jorge V y ahora a La Cruz organizar este entretenido evento. En la era de la futbolización de los deportes, es grato ver como este deporte que ayudó a darle a esta ciudad el distintivo de Tierra de Campeones, sigue vigente, pese a muchos de sus problemas. Atrae a muchos deportistas, hombres y mujeres, que ven en esta práctica deportiva algo más que tratar de ganar en la cancha, sino que en la vida. Más allá de los colores que en la cancha nos separaban, abrazarse con Manuel «Papasiño» Carrasco del Chung Hwa no puede ser más grato y reparador, lo mismo con los hermanos Pérez del Jorge V. Y suma y sigue.

Más allá de los cientos de problemas que tiene el baloncesto local, que esperamos este año vayan disminuyendo, urge cerrar fila en torno a la tremenda historia que nos exige ser mejores.  Hay que recordar como en la desaparecida Casa del Deportista, el Tani y Godoy, esos dos pivotes nos marcaban con su presencia. El viernes concluyó el campeonato «Andrés Mery Ponce» y en una final con cinco minutos extras, Agua del Altiplano superó a La Cruz. La fiesta del básquetbol en su esplendor. Alegría para unos, penas para otros. Pero como siempre sucede y más allá del justo ganador, esta vez la extensa familia del básquetbol salió victoriosa.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 25 de febrero de 2018, página 15.