“Y de dónde soy tú” preguntaba el otro, seguramente, uno de la 4 o de la 1. Y la respuesta no se dejaba esperar: “Soy de la 6”. Esa respuesta escueta como la pluma de esos lápices en que empezábamos a garabatear las letras del alfabeto,  construía la identidad del barrio. Ser de la 6, era ser chino. Era ser también del sector norte de la ciudad. Desde la San Carlos, el Matadero, el Colorado y la Plaza Arica. Aunque la vida tiene esos misterios. Los hermanos Gallardo, Luis y Emir eran del Morro y estudiaban con nosotros. Ser de la 6, era ser también de La Cruz, del Unión Matadero y del Yungay, del Maestranza. Del Chung Hwa también. Era casi obvio.

Ser de la 6, en mis tiempos claro está,  se asociaba a la figura de don José Coloma Tiznado, fuerte, chico y enérgico. En esos tiempos, la escuela era de los directores. La 4 del “Chato” Vega, la 6 de Coloma. Así de simple. Casi como complemento, la señorita Otilia era la paz, la sonrisa, vistiendo ese chal, en ese Iquique que según nos dicta la memoria no hacía frío. La 6, eran los ojos vivaces de doña Gloria Lavanal. Los bigotes negros del señor Mollo y del chute Quiroga. La prisa del señor Barrera, el auxiliar que nos daba la leche.  Don Domingo Chong, se sentía como en su casa. Don Pablo Santa Cruz, era la sonrisa siempre presente y la talla certera a flor de labios. El le puso Coyote a nuestro Coyote de la Plaza Arica. Orlando Cavieres, veía en cada uno de nosotros un futuro campeón de Chile. Don Octavio Villarroel nos enseñaba historia, castellano y sobre todo ética, pero sin recurrir ni a los griegos ni a San Agustín.  Su primera lección fue rechazar el palo que otro profesor usaba para mantener la disciplina. Ahí entendí que venía otra mano, otra ética. Don Octavio la aprendió de Luis Emilio Recabarren, la dedujo de El Siglo, la bebió de El Colorado.

Ser de la 6, era tener que cantar tres himnos. El nacional, el de la China y el de la escuela. Ya adultos la comprobación de nuestro paso por esa escuela, no era mostrar certificados. Sólo basta entonar la primera estrofa y ya.  En ese himno se reconocen los de la 6. En ese himno, la identidad flamea. En ese himno casi perdido la infancia parece volver a vestirse de pantalones cortos.

Una reunión de los de la 6, es una reunión cantada. Al himno chino le prosigue el de la escuela: “Hace tiempo que en Iquique por los barrios resplandece” escribió el profesor Yáñez y con esos versos nos inmortalizó. “Saludamos con un ra ra, a la Madre Educacional”.

Los tiempos de la 6, son tiempos de infancia. De esa infancia que se desplazaba por la ciudad como si ésta fuera el patio de la casa. En esa vieja escuela de madera se forjaron sueños. Muchos de ellos no pudieron ser. Otros si.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 8 de octubre  de 2006. A-9