Apagó sus luces, guardó  sus cámaras y cerró sus puertas y muchos lloraron.  Eso le pasó a Telenorte. Es decir, le pasó lo mismo que a la Radio Lynch, el Salitre, pero no a la Esmeralda. A ésta la cerraron los militares para transformarla en Centinelas del Norte, justo donde ahora está la tienda Johnson’s. 

En consecuencia, la historia no es nada nueva. Pero no por ello menos dolorosa. Y lo peor  como lo afirma el poema de Pezoa Véliz, “nadie dijo nada”. O mejor dicho, todos dicen de todo, pero ya es inútil. Estas notas sirven para lo mismo: para nada. Y quedarán, si es que la publiquen, para que los curiosos del próximo siglo que ya viene, tenga información, sobre un canal de televisión, hecho en Iquique, que no pudo adecuarse a las exigencias, del dinámico mundo de las comunicaciones. 

¿Para que servía Telenorte? Servía sobre todo, en un mundo globalizado de Discovery, de MTV y de CNN en español y en inglés, para reconocernos en la pantalla, de sus nunca bien nítidas imágenes, en los códigos de sus personajes que leían la noticias de incendios y de tráficos de drogas, en las entrevistas del flaco Icarte que parecían no tener fin. En su Bienvenido Deporte, que hacía lo posible para capturar a los hinchas del día lunes, casi siempre angustiados por el lugar en la tabla de posiciones, de nuestro Deporte Iquique. 

Servía para dar con nuestro inconfundible modo de hablar. A lo mejor no éramos adictos a Telenorte, a sus Buenos Días Región o a su profesor Sorpresa, pero el hecho de saber que ya no estará más, nos produce una tremenda orfandad. Igual que la Lynch, ya no la escuchamos más, aunque a modo de compensación, nos queda “Chin Chin”, quien en otra emisora, repite el estilo y el formato con la gracia de siempre. 

Con el cierre de  Telenorte, nos queda la sensación de aquella orfandad que se trata de compensar con la insulsa idea de que el progreso se la devoró. A lo mejor. Pero, para mí, la gracia de tener a Telenorte, consistía en saber de su existencia efímera y borrosa, de saber que en la calle me iba a encontrar con sus camarógrafos y sus animadores. Desde ahora al “flaco” Navea, le empezará a faltar algo. Sin duda.