bernardo2

 

 

Debe haber sido un domingo. Y por la tarde. Entré de la mano con mi padre al Estadio Municipal. Por la puerta norte, justo detrás del arco que defendía el “Mono” Sola. “Ese es el mejor arquero que ha tenido Iquique” me dijo mi padre, mientras yo sentía que al decirlo, apretaba su mano de ferroviario con la mía, niño enclenque que gozaba la aventura de salir con su papá.  No se si jugaba Iquique o Los Cóndores. Daba lo mismo, lo importante era ver como en esa cancha de tierra, los 22 hombres se disputaban el control del balón. Creo que ese fue mi bautizo futbolero. Un amor que como todos se olvida, se recompone y vuelve a nacer. De los otros amores no se mucho, de este tampoco, pero barajo a veces su claves y memorizo eso del 4, 2,4, o del 4, 4, 2 y todas esas variantes que Bilardo, Bielsa o Cruyff manejan como si fueran las vocales. De esa tarde aún guardo la ternura  de mi padre, atleta, ferroviario.