Uno de los rasgos más sobresalientes de los aymara que viven en la Primera Región es la reciprocidad. Esta tiene su origen en la percepción y concepción que del medio ambiente ha desarrollado el hombre andino. Un clima hostil y agreste, caracterizada por el frío de la alta puna, la búsqueda incesante de mejores tierras para cultivar y de mejores pastos para el ganado, hace que el aymara esté en constante movilidad ecológica de allí que algunos hablen de “pueblos fantasmas” en el altiplano, ya que sus habitantes se están desplazando constantemente. Sólo para las fiestas se congregan en los pueblos principales. Cariquima, Isluga por ejemplo, lo ha obligado a desarrollar un tipo de relaciones sociales bastante específica y eficiente a la vez: la reciprocidad.
Este puede entenderse como el conjunto de prestaciones mutuas que se hacen los campesinos aymaras y que incluye tanto los medios de producción (herramientas) como fuerza de trabajo. Detallemos brevemente un ejemplo de reciprocidad aymara.
En la alta cordillera, en los 3.800 metros sobre el nivel del mar, la construcción de la casa de algún campesino, obliga a la articulación de este tipo de relaciones. La comunidad entera presta sus servicios para levantar la nueva vivienda. Unos construyen los adobes con el material del lugar y con su propia tecnología, otros cortan la paja brava para techar, las mujeres preparan colectivamente la comida, sirven chicha si la hay, pusitunga (alcohol de caña) y también coca. Los niños por su parte, se dedican a actividades menores: cuidado de niños más pequeños, búsqueda de leña para cocinar, etc.
La casa se construye con las herramientas de la comunidad y con la fuerza de trabajo de la misma. El campesino que está ausente debe enviar a alguien en su reemplazo. Así, la nueva casa, es el resultado de la solidaridad comunal. Todas esas prestaciones van rotando y toda la comunidad ayuda en su momento al lugareño que precise construir su vivienda.
La reciprocidad andina, como la descrita, es el mejor modo de enfrentar exitosamente los desafíos de la cordillera, el pueblo aymara lo ha entendido, y esa es una de las tantas razones por la que todavía está vigente. La reciprocidad es motor y fuerza de la unidad de esta sociedad hermana.
Publicado en La Estrella, 9 de Octubre de 1981, página 6