En el básquetbol la figura del Negro Pardo era una especie de Che Guevara de los deportistas. Sin boina, sin puro y con un balón en la mano. Disciplinado cuando aun no aparecía Marcelo Bielsa, el Lolo, además de talento tenía un carácter de los mil demonios. Pero le perdonábamos todo. A los talentosos siempre hay que blindarlos, protegerlos, darle cariño. Vienen desde la cuna con un aura mágica y sagrada. Es que nació en El Morro, diría un morrino. Lo vi jugar contra los nuestros, y por ende sufrir, putearlo y luego aplaudirlo. No había más que rendirse ante la evidencia.

Mucho de este talento y de ese mal carácter lo heredó su hija. Nunca la vi jugar en su mejor etapa. Andaba el suscrito en otros menesteres. En el diccionario de la 12, no existe la palabra perder. Transpira básquetbol y el apellido no parece pesarle. Al menos, eso en la cancha no se advierte. Me pregunto que tiene que ver la genética con ese talento que parece provenir de los huesos y de la sangre de sus padres. Ella nadadora, campeona de Chile con tan solo 16 años. Y él, ya lo sabemos cuanto talento desparramaba sobre las canchas. El Lolo Pardo habita hoy el vasto territorio de la leyenda.

La 12 pisa la cancha y se olvida de que el planeta gira alredor del sol, que la tierra no es plana, que tiene familia, y que casi siempre el mundo es ancho y ajeno.

El primer silbato la pone en trance.

Sus ojos le brillan y sus piernas y brazos en plena coordinación ejecutan una sinfonía corporal en la que la palabra desafinar es expulsada del diccionario.

Me hablaban de ella como la hija del Negro Pardo. Y siempre la miré con sospecha. Es que pienso que la génetica miente. (Ejercer la sociología es un acto de escepticismo sistemático).

Además no me calzaba la belleza con el talento. Me era incompatible la elegancia fuera de la cancha con aquella que despliega dentro de ella. Me di cuenta, viéndola jugar que era mayor de edad, cuando la nombraban con su nombre y apellido y no como la hija de…

Mi felicidad llegó cuando la vi vestir los colores más hermosos que un club puede tener. La teoría del color acierta cuando define el amarillo con el negro, como la suma teológica del contraste. Sabemos que la tenemos prestada ya que su religión es el baloncesto. No tiene capillas. Está con nosotros de paso. Algo es algo.