juvenalEn los años 80, leíamos a Benedetti, a Cardenal y escuchábamos al Silvio y al Pablo, entre otros. Nos caminábamos las calles de Iquique, y a veces tropezábamos con las figuras de la Monvel, Arce, Hahn, Massis y de Luis González Zenteno, Nos reuníamos en la Gruta, en Cavancha a soñar con botar al tirano. De paso acompañamos una noche de martes, si mal no recuerdo, al Pelao Gavilán, a fundar el Wagon. Entre otras tantas cosas tratábamos de ser felices. Era el tiempo de la Zofri y de las máquinas de escribir made in taiwán, o sea con teclas de plástico. Era el tiempo del CIREN/CREAR y de Osvaldo Torres que hablaba/cantaba de los aymaras sin imaginarse que luego vendría la Conadi. Conocí y conocimos a la Miriam y a su ayllu con curaca incluido. Soñábamos con tomarnos un vino con Alfredo Zitarrosa para preguntarle por su Stephani. Donde hoy hay un edificio -como no- en las esquina de Orella con Ramírez, hubo una botillería en la que nos abastecíamos de la sangre de la uva. El Blacky nos traía el pescado, y el poeta Ayala, flaco entonces como aguja de coser redes, soneteaba que no es lo mismo que filetear, las palometas que la Corriente del Niño nos ponía en la mesa generosa vestida de hule. Juvenal Jorge Ayala, provisto de su cuaderno de 40 hojas (³A Castilla y a León, nuevo mundo dio Colón²) nos leía sus creaciones. Vestía un paltó azul. Era su carné de identidad.
Conocí a Juvenal Jorge Ayala en el Cidec/Propam que nos abrió las puertas que otros nos cerraban. Yo dictaba clases, mientras que el poeta lanzaba su primer libro que tituló «17 muestras de poesía mía». Y eran de él, tal cual fueron esas noches para nosotros. De la publicación de ese libro van ya veinte años. Dos décadas de matrimonio con la poesía, con amenazas de separaciones y demandas por alimento. En este caso, el poeta demandaba ya que su nutriente era la poesía. Le sucedieron largos recitales de poesía en una vieja casona de Iquique donde vivieron los Provoste; otros libros y una hoja que el poeta bautizó como ³Pobresía² que recorrió buena parte de Chile y de Europa (gracias al exilio académico, of course).

El poeta hunde sus raíces en el barrio El Colorado, aquel que Nicomedes Guzmán describe con acierto en su ³Luz viene del Mar². Estrella de Chile, lo cautivó y Deportes Iquique, el de los 80, le hace brillar sus ojos cuando habla de los Ayala. En sus poemas cabe la Tirana, Torito y Chicote, los pescadores y sus dos hijas que le roban el alma, además de su Carolina que lo cableá a tierra, lo que ya es una gracia (conste que la susodicha escribe cuentos y de los buenos). Escribo esto como una forma de hacerme cargo de la amistad con este hombre de El Colorado y de la Gómez Carreño, que en Santiago sobrevive gracias a esa autoestima que los iquiqueños enarbolamos a lo largo y ancho del mundo, que nos evita morirnos de nostalgia, ese cáncer que nos corroe a los nacidos en la tierra de Deglané, Mosca, Loayza y Godoy.

Bernardo Guerrero Jiménez

Poema
Ruido siempre siento
Un murmullo lejano pero a oídos
Como un recuerdo gasteropoídeo.
Pegado a piel, sonoro y lúgubre.
Pero no es otra cosa que el canto,
el canto eterno del océano.
Que traigo desde Ayalas lejanos.
Que llevo a cuento y a estanco.
Que tengo como una escama
que no quedo en cuadermas sino aquí.
Sino en el sino propio y aleve.
Sino siempre en el corazón
que baila cada vez del ruido aquello
que arroja canto y danza de mar.
Agosto de 1990.
(Inédito)

Poema
Hablo a solas
Y digo mi vida
Con este amor llevado a cuestas
A la espalda al lado entrelazados mi amor
Que te caes encima
Y yo bailo sobre ti
Cuando te quitas todo yo no llevo nada
Encima
Sino
Tu aliento
Porque el viejo Rojas habla del fornicio
Pero yo mientras tanto
Borracho de tu licor alegre mi amor
Empiezo a leerte
Poemas de Teillier
Así nomás
Mi vida.
Enero de 1985.
(Inédito)

Marketing 
Poema
Ella quería
Un poeta
Para sí misma.
Y como
No sé si soy
Yo mismo
– Se fue –
En todo caso.
Le recomendé
A Rubén Darío.
Junio de 1984.
Taller de Cultura Crítica.
Amsterdam. Holanda.
Nº 1.
Diciembre de 1985.-
Pobresía Nº 10.-
Iquique. Chile.
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[cudazi_tab title=’Escupitario’]

PRESENTACION
El día 14 de agosto de 1994 en una sala del hospital regional de Iquique falleció Ricardo Mateo Yupanqui Vergara. El nombre tal vez no le diga nada. Pero su apodo «Cayo-Cayo» si. Con la muerte del «Cayo» se nos fue, uno de los últimos personajes del Iquique pre-zofri; de aquel Iquique-caleta que luchaba por ser Iquique-puerto aunque en ese deseo se nos fueran nuestras señas de identidad más íntima y más preciadas. El «Cayo» pertenecía al Iquique de veredas de maderas; a aquel con Comisaría de Carabineros de la Plaza Brasil que en un ejercicio de convivencia pacífica con la civilidad, permitía que al lado del carabinero de guardia se instalara la figura de este personaje, serio y compenetrado en su labor, realizara sus sueño de siempre: ser guardián de las normas sociales. Iquique como escribimos una vez, sin el «Cayo» ya no es el mismo, como tampoco lo es sin esos otros personajes que desfilan y viven en estas páginas.
Siempre he pensado y sigo pensando que la historia de Iquique hay que escribirla y re-escribirla. Un combate por muy heroico que haya sido no es la historia de una ciudad, así como una triunfo personal en nuestras vidas no se puede homologar a nuestras biografías. La historia de Iquique necesita ser aprehendidas en letras e imágenes, en cifras y en polígonos de frecuencias.

Este Escupitario del poeta Juvenal Jorge Ayala, originario del barrio El Colorado (9 de julio de 1959) y en consecuencia iquiqueño, tiene la intención de re-crear gracias a su oficio de poeta la historia de los «marginados de los marginados». Por estas páginas que el lector tiene en sus manos desfilan los personajes más característicos de un Iquique que ya no existe, y del que sólo quedan los recuerdos y una que otra nostalgia. Es el Iquique de los años sesenta, en la que nos sabíamos la vida de los cerca de 45 mil habitantes que en ese entonces había. El Iquique de las siestas largas y de las ventanas abiertas y sin barrotes. El Iquique de la chaya y del Cine Nacional y Coliseo. El Iquique con veredas de maderas y niños con hilo y migas de pan pescando baratas en las alcantarillas. El Iquique con su balneario como El Colorado y baños como La Serena y el Bellavista, con su boite como el Ludimar, su salón de fotografía como Fotos Ruben’s, Argos y Guzmán. El Iquique de los helados Gaymer, del Mono Panchito, de la Tienda La Yolanda y del Garden Ring. El Iquique del Tani y Arturo Godoy, del Mono Sola y de Teodoro Peirano, en fin, de aquel Iquique del vals que hizo Gilberto Rojas y que Lucho Barrios canta como si fuera iquiqueño.

Este Escupitario se parece más que nada a un espejo. A ese espejo de la infancia en la que nuestro rostro devuelto por él reflejaba también nuestros temores, inculcados claro está por los adultos de siempre. Aquí entonces gracias al poeta aparecen nuestros personajes. La Tonta Juana de negro riguroso por Tarapacá en dirección al cerro. Chicote disfrazado de indio en parodia a aquel apache que el circo Las Aguilas Humanas una vez trajo a Iquique.

Al leer y re-leer el Escupitario se nos viene encima tanta culpa no procesada. Tanta culpa que aún anda por ahí reclamando hacer las pases con el Chilenito, con Parchi-Parchi o con el ciego Puchi.

Las terroríficas figuras de este Escupitario precisan ser reivindicadas y sacralizadas. Al hacerse poesía logramos un poco lo anterior. Al poeta le corresponde la función casi mitológica de devolverle a la historia su manto de encantamiento que estos personajes le dieron al Iquique que ya no está.

Con el Escupitario enjuiciamos y procesamos también a los culpables de tanta marginalidad, y de paso procesamos también a la historia. Con este libro subimos la locura a su majestuosa realidad. Le quitamos su dosis de miseria que no tiene porque acompañarle. Pero, falta procesar a los administradores de la locura y de paso a nosotros mismos.

Criados en base a estereotipos y prejuicios no nos dimos cuenta de la dulzura y del candor de estos personajes. Nuestros temores inculcados por los adultos no nos dejaban ver más allá de nuestra crianza social. Siempre los borrrachos y los locos se nos presentaron como los arquetipos del mal, en circunstancias que hay «sobrios y cuerdos» que lo encarnan mejor. Pero no es esta la ocasión de juzgar a nuestros padres que hicieron de estos marginados un folklore reduciendo con ello a caricaturas a personajes desgraciadamente tiernos como la Tonta Juana, la Loca de los Gatos o a mi estimado Cayo-Cayo.

Juvenal Jorge Ayala, así se llama el poeta, nos trae a la memoria esta historia no oficial de los héroes que no han cabido en la historia de los libros del Liceo. No por faltas de hojas sino por falta de imaginación y exceso de pudor de aquellos que hacen la historia, o mejor dicho de aquellos que se han atribuido -en una acto más de apropiación- de la misión de escribir. Pero, afortunadamente hay poetas como Ayala que hacen sus aportes para rescatar la historia cotidiana de este puerto, y gracias a Dios hay hombres como Cayo-Cayo.

Bernardo Guerrero Jiménez
PREVIO


A propósito del Escupitario, una serie de diez poemas, que escribiera una noche de Febrero del ochenta y cuatro en el Wagón de entonces y publicado en forma artesanal en esa misma fecha gracias al aporte de siempre de Miriam e Ibor, me gustaría decir algunas cosas.
Como por ejemplo, y porque es muy largo donde correspondería, dedicar esta edición aumentada y definitiva al «Rico-Rico» o «Qué te pasó en Victoria», hoy cuando sus piernas casi se arrastran tras ese carro que uno no sabe quién lleva a quién, todavía es posible oir sus voz pastosa y letánica, pregonando sus lunas en tardes de siesta y es emocionante el canto puro desde la vejez y la miseria.

Aclarar también que los diez poemas originales se han mantenido igual a pesar de que han pasado años y han ocurrido muchas cosas; como «El Chilenito» que efectivamente se fue caminando hasta encontrarse con la muerte kilómetros al sur de Iquique por la costa. Que el «Pate Cuete» falleció en diciembre del 91 en el Psiquiátrico -en fin- que quizás el contexto de entonces difiere bastante y hay que leer los poemas desde esa óptica.

Buscando en mi memoria realicé ocho poemas más de personajes del Iquique que me traían y traen esa infancia que hice mención en el prólogo del original Escupitario; y nacieron estos escritos que he compilado con los otros para darles una estructura final: «Moyita», que falleció atropellado en su bicicleta, «Cayo-Cayo» muerto por un cáncer, los aún vivos «Ciego Puchi» y «Ché Carlos», además «Aguita», «Harina Tostá» y «Don Bicho» que desde atrás ya dormían para siempre bajo esta tierra amada.

Dejo estas letras publicadas con amor al mar de Iquique, a su historia, a su magia, a su mundopropio, su poesía ….

EL AUTOR
AGUITA


Pobre viejo, rabioso trotón.
Grosero de la hora máxima del payaseo.
Era formidable el río de garabatos desbocado,
la paciencia que moría en soez explosión.
Ahora que los años y las calles y el olvido,
ahora que no es hora de risa y campeonatos,
ahora que no estás, que ya no somos ni estamos,
cuesta creer que sea progreso el postrer tiempo.

Aguita, que al principio no te enfadabas,
pero repetir tu apelativo era el siempre ardid,
Aguita, si no me pico, Aguita … no me enojo huevón,
Aguitaaa … si no me pico (Y ahí venía el desliz).

Venía el explosivo rato de risas para otros,
y tú sólo eras rabias, enojo, impaciencia dolor,
No comprendimos tu ancianía habida de pronto,
enfermedad, sueños, invalidez de razón y corazón.

Pero cosa tuya era el enojo y el desparpajo,
pedías pan y alimento con insistencia y prepotencia,
No dártelas era ganarse un ramo de garabatos,
te aprovechabas eso sí, de tu estado de alterancia.

Pero eras punto de la calle y el Mercado
Aguita, eras el hombre repetido de cada esquina,
por ese principio que nunca llevó altercado,
pero con un final diario de mala espina.

Eras el palanqueo cada hora y cada día del ocio
del trabajo, la mañana y el pan recién comprado,
pobre enfermo, personaje que ahora escojo,
de mi niñez que me acongoja y ya ha escapado.

CAYO CAYO


Poli de pacotilla, serio hombre callejero,
guardían de la llama sin libertad,
te haces el serio, luego apuntas el dedo,
un sonido chirriante de saludo y ya.
-Hablas de Huara, ¿Qué pasó allí, es ahí
dónde está el misterio, el sino, el olvido?
De repente estás presente, luego perdiz,
moretón callejero, andante del «camino».

Conoces Iquique antiguo de memoria,
la misma que te falla algún momento,
no es extraña tu presencia en la comisaría,
te crees guardían, celador, carabinero.

De pronto en la caleta, luego en Vivar,
limpias autos, ya no marchas con fusilpalo,
Cayo-Cayo, Iquique es siempre paso de tu andar
con tu rostro sereno, serio, parco, ralo, paco.

Te creías policía con todas las de la ley,
has cambiado y parece ser es la nueva vida,
aunque a veces te las das de único, de rey
en las calles que la mar de veces hay heridas.

Las mismas que sabemos hay en tu cabeza
por que de pronto no alumbran, ni están ahí.
Más, a la hora de la risa, das la vuelta
y viene el saludosonido, el ingenio y el aquí.

CHE CARLOS


Galán de las aceras, pinchamirando
otear el pasar de muchachas -todas ellas-
fueron pololas; viejo erótico y perdido
atento a los traseros, piernas y pelambre.
Porque esa cosa de acercarte y escuchar
de tu boca la mar de aventurillas que
este verano transitaste con finas señoritas
vacacionantes ¡Ché Carlos, déjate !

Quijote del amor, andarín de Tarapacá
viendo pasar las pretendidas Julietas,
-Estás falto de amor y de razón falto estás-
pero aquellos no importa, faltaba más.

Ojos medioclaros, hirsuta barba blanca
paletó seboso, pero a la pinta Ché Carlos.
Te estacionas a observar a las damas
como leyendo el diario u oyendo la radio.

¡Que la sigo viejo, que fue mi amada!
-Oye que buena cueraa tiene la negra-
Y es seria, seria tu cháchara, menos seria
es nuestra atención a tus andanzas.

Supermacho y galán, frente a la casabata
te haces el interesante y el buenmozo.
Viejo ignorado por tanta y toda Dulcinea.
¿Qué del amor, te trajo, llevó y extravió?

EL CHICOTE


Terrorista de pacotilla, una bomba de pilas
usadas y alambres prueba para ser preso
por quebrar un vidrio de ventana, mecánico
portapublicidad callevagas locoandando.
Una vez falleciste cortejo triste raro
¡Era bueno el chicote! ¡putaoh! ex boxeador
borrachín patudo y payaso
De pronto te levantas bailas cumbia tomas vino
e Iquique ríe una vez más contigo.

Tantos te han visto pasar, pasan
los años y tú haciendo morisquetas
para que tu calva cabeza una sandía en
otro verano más, recibas como casco.

Arlequín de Thompson de nadie proxeneta
limosnero en el mercado y lunático de todos.

Alguna vez serás recuerdo mentiroso
dispsómano comediante alharaquiento bufo,
eructando chistes haciéndote el héroe de moda
disparándole colonia barata a las damas
para hacerte el galán rídiculo tonto.

No hay caso contigo, no lo hay
sólo sabemos que un día extrañaremos
tu figura borracha emborrachando risas.

EL CHILENITO


Chilenito, que andas tras las calles
vestido de gritos de trapos de respuestas
y chaos, que te haces mierdas en cualquier
esquina y te crece más la pelota
entre las piernas.
Gracias a dios que no tengas
de taiwán el acecho oriental de 3 por 100
y los eslips de acrílico elásticos nylon
que con tanta calentura de seguro
las has tenido te los haga reventar.

Gracias a dios Chilenito portador
de viandas con trapos milenarios pasados
por la frente por las narices por el pecho
no tengas que rendirle cuentas al tira
al inspector al paco a la prostituta.

Caminas como los pájaros -niños
y en este pueblo de empilchados y adorantes
ciervos de madeinkorea madeinhongkong
madeintaiwán madeinindia made in
crustados en tanta baratija y espejuelos.

Nos has caido gran Chilenito, no
nos has caido a los hechizos de los invasores
de turbinas, motores, containers, pasaportes
(sin la letra ele por supuesto)
y es ese tu máximo logro, indio callejero.

Porque sigue trotando, veredeando,
alcanzando lo inalcanzable paranoio
¡Chilenito¡ ¡Si cuñao! ¡Chilenitooooo!
Haciéndote mierda muriéndote a trotes
hasta que Iquique sea sólo la agonía.

EL CHIRICACO


Sonriente rémora burrina

Hace algún tiempo trotacalles
la tevé te hizo famoso, personaje
popular showman del judío. Mala jugada.
La burra con su sombrero cantinflero
espantapenas cómica cabalgadura jocosa
con sus pantalones pateburro y suspensores
trote rocinantino habilidosa dama.

Hizo su aparición en la tevé, cosa rara.

Fue hace tiempo ¿Recuerdas Chiricaco?
kramer chileno -nadie sabe donde sacaste
el hijo- y has criado con esmero.

Y la camioneta chiri ¿Dónde está?
aquella que te ofrecieron por la aparición,
por tu paternidad abandonado galán.

Porque sigues en la carreta pintamonada
«mi carreta es ejemplo de limpieza»
y la burra caricaturezca senesciendo
atrás quedó el sueño de las luces focos
micrófono y preguntas ah y la risa
de la platea y del gordo famoso.

Mañana madrugando fletes y rivalizándole
a los utilitarios japoneses
tendrás que vestir la burra y la cara
con la sonrisa de siempre pascuero de
ocasión vaquero de comparsa estudiantil,
gorrión desafinado batelenguas ingenuo.

CIEGO PUCHI


Pregón al anochecer, (sin vedas ni vetos)
Ciego Puchi con rémora borracha al lado,
la Corriente del Niño, Sernap y otros
han desaparecido tu vagabundear cansino.
De niño escuchar el fenecido «Erizooo,
Locos, caseritas lo llevo bien fresco».
Como no añorar el viejosalobre canastillo,
los moluscos duros, los huevos amarillos.

Invidente, pero conocía los pesos como nadie.
Y de noche, un relleno con limón de Pica,
era un gusto, un sorber con aquel donaire
simple, diario, que ya no es nuestra delicia.

Salir por calle Unión, extrema al sur de Iquique,
un compañero siempre al otro lado del canasto,
Depués del recorrido, pregón y venta, después,
tornar curados, ebrios de venta, y sus descansos.

Caserita, llevo lapaloco, erizoalmeja, pandeluche,
sabor fresco del litoral de tiempo fenecido,
litoral desierto como las calles sin tus piures,
sin tus gritos, antiparras, canasto y ebrioamigo.

Qué será de la costa, sus ricos y nuestros guisos,
qué será de oquedades que de niño fueron vistas,
de sus pasos, su estómago vacío, su sed sin vino,
como Iquique sin ayer, sin pregones ni humitas.

Ciego Puchi, no avisamos ni avisoramos el pretexto,
el contexto del progreso, sus visitas y mesas caras,
de crecer y creer, hasta quedarnos sin contentos,
alegrías del pueblo, sus ritosmitos, challasplayas…

DON BICHO


Blanco hombrecito pequeño del sombrero,
maletín en mano repleto de herramientas.
¡Una risita don Bicho!
Y una caricaturezca risa ronca,
entonces, nos donabas en calles iquiqueñas.
Cortabas el cabello a domicilio,
tiraban tus máquinas pelos al reverendo.
Huíamos tu profesión, pero de tu risa no.

Te parabas y esbozabas una risa-llanto,
risa estructurada, fome, larga, dibujada,
pero apenas te divisabamos, allí ibamos
al encuentro de aquel saludo risueño.

¿Dónde tu profesión de estilista?
¿Dónde tu clientela domiciliaria diaria?
¿Dónde ahora tu maletín y tus máquinas?
que hicieron tanto y tanto sufrir.

Así ocurría la vida entre boxeo y challas,
y tu vestón siempre envolviendo pequeño físico.
De lejos ubicable hasta que lento llegabas,
nos reías, nos reías, (no sé si tu adentro).

Porque eras don Bicho, sólo el de la risa,
el viejo peluquero que ignorábamos su sueño,
y asi te perdimos un día, el rastro y la alegría,
deseando tu postrer suspiro de paz envuelto.

EL FAMILIA


Concertista del cacho músico andarín y noble
la vida te echó a andar tras el carrohelado
y tu boca (entonces) sacabas notas del cuerno.
Y el cuerno eras tú lamento canto triste
arias angelicales callejeras músico popular
cariacontecido hijo del sol vendenotas.

De frutillas o de menta chupete heladito
para los niñodioses -eras religioso grandulón-
anciano del carro comesonrisas ambulante voz.

Dicen que en el sur comerciante eras
gran señor, pero una paliza tonto te dejó y
aquí llegaste pobre a chupetear y aullar.

Moreno grandulón casicojo de blanco vestido
veranovendiendo no había bresler ni palitos
vale otro envasados carochupetes de clase.

Cachocantor melodioso publicitario «Familia»
cuando en todos eras la llegada feliz -no sé-
andante callejero quizás eras todo tristeza.

Al artemiseria caiste como los obedientes
y entre tanta compraventa chupeterezca, entre
tanto toma y venga (entretanto) lo hiciste.

De tantas y tantas tardes de puerto norte
y su sol y sus niños de mar y de brisas
nutriste tu andar y tu cuerno entonaste.

El sol raptó tu rostro y silente callaste.

HARINA TOSTA


«Harina tostá, fresquita, todita la llevo frescaaa… «

No conocí ni tu nombre ni tu casa,
De la Población Victoria sólo sé que eras.
Más, tu andar ligero, tu cara,
Tu sombrero sureño, tu pregón de tarde y mañanero
Tu sonrisa de hombre niño,
Tu dádiva de pureza y de entrega
Que se perdió de Cavancha, un destino,
Quiero recordar en este simple escrito.
Pregón de la prima y de la aurora,
Orto y ocaso para ser más exacto, fuerte voz:
«Harina tostá, todita la llevo frescaaa… »
Corríamos con moneda al cambucho,
Al canasto limpio, blanco, de grano puro,
Como tu cuerpo, tu vida, tu atuendo,
Para llegar a casa al cocho, o con agua helada.

En eso te llevabas la vida y la playa.
Nadabas como nadie en el balneario, eras bueno,
Dejabas tu pantalón, chaleco, zapatos y correa.
Zambulliste para nadar mar afuera,
Y eras allí ganador, joven del canasto, era cierto,
Sin gritos ni chacoteo, porque era también verdad,
Sin groserías, allí nadie se burlaba ni engañaba.

Más, ¿Cavancha qué sabía? -quienes te conocíamos-
¿Quién sabía de la epilepsia en el sano mocetón?
Ni la playa, ni la tarde, ni el sorpresivo ahogo,
Que te quitó la vida un verano en Iquique del sofoco.

EL JULIO PEREZ


Ah, Julio Pérez, que carraspeabas de lo
lindo ! milagrosamente no bebías casi, o
por lo menos te vimos sólo en tu hurgueteo
de basura buitre de vestón raído ceboso.
Carroñero de la vecindad atormentador de
niños -jamás, sin embargo, te fuistes al chancho –
y eras cuco de pacotilla y de pantalla.

Tocías y tocías parecías no acabar nunca
guanaco fabuloso parecías hecho de saliva.

Veintuno de Mayo Bulnes Dieciocho tantas
calles besaban tus pies; por cierto éstos
haciéndole honor a tu empelotada figura.
Y en ese arrastrar de pies se te iban los
pulmones a la cresta rabioso quijotón.

Porque eras cosa seria tus enojos eran
vocabulario restringido a la sordera mejor.
Hurgatodo y comescombros simplemente
la vida te dio la miseria y pacientemente
la hicistes tuya como se hace la envidia.

No fuiste más que buitre sin alas y no
entendías la burla que respondiste siempre
con el garabato fuerte -eramos niños-

Pordiosero personaje del barrio nuestro
nunca más se escucharon tus carraspeos
no te dieron el golpe de gracia, sin embargo,
gracias a Dios de un solo golpe te fuiste.

¡Qué diantres sabías tú del bacilo de Koch!

LA TONTA JUANA


Acordarse de ella y echar a correr el niño,
que habita en mi, echar a correr el día atrás,
al tiempo del Iquique challoso y pequeño.
Escandalosa mujer pierdeteuna del vaso
estabas tú y estaba el vino y todos los raros
ejemplares borrachillos del pueblo.

Pasabas y las puertas cerrabánse, nadie
te quería figura del asco y la perdición;
te subiste al vuelo del trago -dicen-
y sólo la noche negra de la muerte, su voz
urgente y oscura pudo bajarte a la tierra.

Ya no se encontrarán tus alcohólicos
camaradas, sus rostros cantando por las calles
asustando niños, garcíamarquianos esbozos,
carnavalescas figuras del grado mediano.

Ya no se encontrará tu terrorífica mueca
tu soez y despiadado insulto necialoca
flacuchenta limosnera del vino y el pucho
nadie te quizo tal vez y eso fue todo y eso
fue nada caradura fémina tenebrosa.

Dándole vueltas al asunto fuiste horrorosa
-sin embargo- todos fuimos testigos sin duda
de tu temprana muerte (eso era la cotidianía
de saber que «así» eras nuestra) pariadiva.

Que teníamos en tí el ejemplo a no seguir
el castigo del niño, la presencia majestuosa
de no ser como tú -escuchastes endemoniada
poca cosa- perdón es que estoy borracho.

MOYITA


Amo y señor de las bicicletas
– sin embargo, en la que pasó tu vida,
también; y quizás fue lo mejor,
también la muerte así llegó.
¿Imaginabas tanto río vehicular
en calle Bulnes alguna vez?
¿Tanto ruido de autos, y poca paz
tan cerca del paraíso de tu taller?

Cicleto, abuelo del pelo albo largo
-en casa del herrero cuchillo de palo-
tu destartalada bici de trato diario,
era nada mas prolongación de tu cuerpo.

Y fue la vida misma y el segundo adiós,
montado pedaleando como siempre,
después de reparar uno y otro rayo,
dínamo, cadenas, sillines y pedales.

Así te mirabamos y así te recordamos,
viejo del ayer que no quisiste hoy,
taller antiguo, risa y broma por mayor
¡Iquique viejo, soledad, paz y calor!

No sonará nunca mas tu vieja chancha,
tu delantal mas viejo que tu voz
no sostendrá cadena rota alguna,
ni tus pies pedalearán a ningún son.

De tanto reparar las bicicletas,
en tu reino que era el taller al sol.
Al caer a tierra, luego del impacto
en tu bici quizás habrás llegado a Dios.

EL PARCHI – PARCHI


El «parchi-parchi» nadie sabe por qué
salía a las calles con su traje extraño.
De una sola pieza con tantos trozos unidos
de cotelé mezclilla lana paño etcétera,
y color tras color colores todos.

En la feria agraria-matutera de calle
Latorre -hace quince años atrás-
este raro hombre transcurría pasos.

Canastillo plano al brazo
y en él limones yerbas y locotos
rostro moreno silencioso y trashumante
callado perdido entre voces y callejones.

Nunca nadie supo que vendías, si
lo hacías, donde vivías, si lo hacías,
donde comías, dormías o existías.

Porque tal vez así lo quizo este ser.
Extraño hombrecito curvado de la ciudad
extraño hombrecito curvando las cabezas
de quienes te auscultaban por primera vez.

Así transcurría tu andar limoneando
cabizbajo solitario de las aceras enjuto
veredeándote la vida miserablemente.

Hoy el té de ceylán no es lo mismo
sin la yerba luisa de tu sucio canastillo.

EL PATECUETE


Gruñón estúpido y blanco de bromas pesadas
abrigo grueso y pesado a pie descalzo piegrande
y en el mercado ganándote la vida cargando
como los animales patecuete loco y fuerte
hediondo a soledad y a cajones frutícolas .
Nadie tuvo los pies tan grandes y poderosos
no necesitabas calzados había tanto barro
-y claro- no es por alabar aquella mugre,
no, sino, que se hace necesario esta vez
no olvidar tu muerte manicomia a trazos.

Trotón del mercado patefierro y pisafuerte
el mundo te largó a la vida falto de todo,
y en todo no supiste vencer titán testarudo,
gruñendo como los colapsos y para colmo
cada vez te fuiste haciendo más y más loco.

Y en el mercado con sus hediondeces y sus
nombres – comegato por ejemplo -hermanos del
golpe, las patadas y el vino, pendencieros
hombres del carguío, te hiciste tu mundo,
Ya nadie te llamó tarado fuiste patecuete.

Trotando lento como los burros a espaldas
siempre con algún peso (fuiste como los burros),
fuiste y fuiste y ya nuncas más volverás a cargar,
todo es parte del ayer y el nuevo mercado
no necesita insanos como todos vosotros.

Asi es que prepárate a cargarte la noche
infinita desde tu cuarto vigilado y donde
no hay más que risas y llantos extraviados.

Patecuete como las bestias y los asnos
nadie dijo que estuvieras enfermo, que otra
era tu realidad gigantón ancho y noble como
los tontos pobrehombre barbón de sobretodo
y descalzo fuiste sólo pie y te pisamos.

QUE TE PASO EN VICTORIA


Rico-rico

Ante esto te enojas comercia-pregonero
grueso cascarrabias y delantalero.
¡Qué te pasó en Victoria! alguien te dice
¡¡ Lo mismo que a tu hermana desgraciado!!
esto de ser vendedor. Cualquiera te ofende.
Y te has visto en eso de andar pregonando
luna lunita pan de leche y hallullas.
Y le has hecho a todo -nada ha escapado-
porque antes fueron los pasteles recuerdas
y después le hiciste a los chupetes helados.

¡Lo niños quieren ver el partido comiendo
chupetes…! ja como si fuera suave tu voz
roncocantor de las calles, nuestro como
las playas sin alambrepúas ni concesiones.

Batelenguas desenredado de sílabas
ofertas a diario del dulce nuestro alfajor
madeinchile -hecho en Iquique- con manos
morenas untadas de trabajo y amor.

Pelo cano ya pelo cano ahora pelo cano
sobre tu cuadrada cabeza van cayendo
lento los años de trotes y ventas pasando
como los fines de telenovelas consumiéndose
como la lunas los alfajores y pandeleches.

Todos recordamos tus pregones viejo grande
no sabemos (¿qué tontera no?) tu nombre
el qué-te-pasó-en-victoria acude a prisa
para darle en el clavo y así rememorarte.

Voz pastosa pregón ronco y conocido viejo
de este pueblo nuestro como los recuerdos
nuestro como sus leyendas y sus bohemios,
nuestro como este ya anciano altavoz del
canasto, con su dulce y su andar cansino.

TORITO


Aplastadanariz, medio chico, boxeando bolseando,
te acercabas, uppercut, finta, juego de piernas,
esquivando para luego lanzar el puño decidido …
el puño que venía al llegar se abría en palma.
¡Una monedita compadrito por favor pa’ la caña!
Haciendote el choro, patán payaso de la calle.
Tarapacá con Amunategui en boxeobolseo de causa,
agachado, mediogallo, medioloco, mediohombre.

Torito, mediochico trotoso y trotón lentamente,
como no recordar el ingenio, voz ronca, bailoteos,
con esos ganchos que nadie esquivaba, sólo la muerte,
esa que vino de repente sobre ruedas de un coloso.

Como olvidar, el puerto alegre, rico y chico,
en el circo antiguo, los zigzag, la Tirana sin luz,
Como olvidar el chino larga cola, el niñocampeón,
la voz antigua, la chicha de piña, el piqui sin esnob.

Como no traer también torito del alcohol y la refriega
las maderas con petróleo y soda caústica en olor,
cama dura que era la galucha del Cine Coliseo,
donde cualquier colega tendíase a dormir la vermú.

Para terminar, como no olvidar torito del boxeo,
que hacías fintas sin nunca caer en ningún clinch.
por hacerte más el macho, más campeón, (sólo el vino,
como esparring) aconsejó hacerle fintas a un camión.

LA VIEJA DE LOS GATOS


El amor te llevó a la calle y rodaste sin amor
(así nomás) sin amor te quedaste y lo donaste
a los gatos. Vieja calva y borracha grosera
como nadie aunque nadie recordó entonces
que un día fuíste dama señora buena vecina.
Nadie recordó tu tragedia abandonaste todo
y te largaste a las veredas te marchaste
a la subvida mamarracha locaventureando
y entre tantos subnormales y dipsomaníacas
trotacalleaste como los sucios perros vagos.

Sólo que tu aventura fue media soledad; amaste
-como lo hacen los enfermos- obsesionadamente
animaleando gatoamaste mujer harapienta
mendiga de la tarde dormilona de las calles
era criminal interrumpir aquellos sueños.

No hubo esperanza tal vez. Pero era tanto?
(un engaño) Hoy si supieras mujer antigua
adorno trizado y feo de las calles viejas,
hoy sucede tantas veces dama duermeveredas,
que faltarían gatos para amar y cuidar.

Y así nomás te quedaste para siempre
cuadradacara calvamujer y piojosa paria
te hiciste asfalto de la calle y fielmente
ésta te abrazó hasta dejarte sin aliento.
Así no tendrías frío ni hambre ni soledades.

Te marchaste tal como lo hacen los gatos,
desesperadamente sola sin cura sin sepelio
sin angustias ni llantos fúnebres atenta
solamente al encuentro del olvido y la
puerta que cerraba tu triste paso cansado.