28 de octubre de 1924.

10 de junio de 2003.

“Juanjo” le decían sus amigos.

Destacó tanto en básquetbol como atletismo

Esto dijo la Revista Estadio:

Es un gallo.

Con fibra y clase, Juan José Gallo, ha podido destacar en justas internacionales de básquetbol y atletismo.

El chico creció como una espiga y luego se convirtió en álamo con su apostura y su firmeza. Al comienzo el padre tenía temor por la salud del pequeño que nunca fué pequeño por su porte y por su clase.

“Te he dicho que no te metas a jugar fútbol. Te he dicho que no vayas a la piscina. Te he dicho que no hagas atletismo”.  Había razón para pensar en el riesgo del muchacho tan delgado. Sus compañeros del Liceo le regalaban pedazos de fierro, pesas y le decían:

-“Echátela el bolsillo, mira que si te agarra el viento en la esquina…”.  Pero Juan José que, después fue Juanjo para todos, era delgado, pero no enclenque. Había que verlo en la cancha de fútbol convertido en señor centro half. La gente murmuraba : “¡Cómo se puede los zapatos fútbol”. “No le vayan a pegar un pelotazo, porque se quebrará como un florero”.

Cada vez fué más débil la prohibición del papá, porque las versiones que le llegaban de Juanjo lo hacían sentirse orgulloso. El equipo del “Norteamérica”, en que un Gallo era centro half, fué campeón de la serie infantil y al año siguiente del juvenil. Todos hablaban del centro half y a su lado actuaban otros muchachos de categoría. Azares y Suárez, los mismos que hoy pertenecen a la planta profesional del Audax Italiano.

A don Genaro, el viejo, bueno eso de viejo es un decir, porqué este español avecindado tantos años en Chile se mantiene joven como su eterna alegría y espontánea cordialidad, muchos lo creen el hermano mayor de sus ochos hijos, seis varones y dos damas. Familia de estatura, todos muy crecidos, rica savia, con decir que el chato de los hermanos mide un metro 73, los demás pasan del metro 83. Es una familia de prestigio y sólida vinculación social, comercial y deportiva de Iquique. En el deporte los Gallos han sido muy gallos: Genaro, ciclista de muchos méritos está actualmente estudiando en España; Fernando, crack de béisbol, juega de primera base en el equipo de la Academia y es seleccionado de Iquique; Luis, atleta, salta alto, corre 400; Gonzalo, de 14 años, ya es puntal en el equipo de fútbol del Liceo, y Victoria, que descolló en el básquetbol femenino y fue seleccionada de Iquique.

Tiene razón don Genaro para sentirse orgulloso y feliz de su prole. El también es una figura popular, capitán de bomberos, dirigente deportivo, líder prominente de la Colonia y vecino de prestigio. Muy encariñado con las cosas del deporte dice: “Los muchachos han salido a su padre, yo también fui de los buenos en mis mocedades”, pero la verdad es que los hijos no han podido conseguir que alguna vez concrete su campaña y presente un diploma, una medalla o un recorte; tienen serias sospechas que esa afición del padre por los deportes haya sido pasiva. Pero él insiste en que sólo Samitier y el mago Zamora podían eclipsarlo.

Juanjo, nuestra figura de hoy, cuenta su comienzos:

-Nací en Iquique y allí está dicho todo. No se conoce quien haya nacido por esas tierras y no haya sido deportista de varios deportes. Porque no solo basta con uno. En Iquique el deporte es la distracción, la obligación y el ejemplo; está hasta debajo de las piedras. Con los amigos sólo se encuentran en el club o en las canchas. No se habla de otra cosa y hasta las chiquillas sólo conversan de fútbol, de básquetbol, de atletismo y de box. Si existiera allá el muchacho que no hiciera deporte, tendría que vivir como un sonámbulo o como un asceta porque la gente no lo saludaría. Se le consideraría un enfermo o un tarado. En Iquique el deporte está metido en todas partes y no es sólo actividad de ciertos sectores; se sabe que allí existió un equipo femenino de básquetbol formado por señoritas de las familias más distinguidas. Y se justifica difusión tan amplia porqué: hay tiempo, las canchas están cercas, no hay problemas de clima, se puede hacer deporte de enero a diciembre y el estímulo es colectivo. Es tanto que, como digo, hay tiempo para varios deportes y se produce el caso curioso de que se pertenece a dos o tres instituciones. En una se hace fútbol en otra básquetbol, y en la otra béisbol o cualquier otro deporte. El entrenamiento se inicia con los primeros años, los chiquillos no conocen los juegos de niños, desde los siete u ocho años se va a la cancha a hacer las cosas de los grandes.

Yo, ¿Cómo me iba a escapar¡. Si a una cuadra de mi casa estaba la cancha de fútbol, a dos la de la básquetbol y la piscina. Salía del Liceo a la cuatro y media de la tarde, tomaba té y me iba a jugar al fútbol hasta que anochecía, de allí a la de básquetbol, después comer y a acostarme. Esa era la vida mía y la de todos los muchachos.

Juanjo vivía también a tres cuadra de la sede de una institución grande, orgullo no sólo del deporte iquiqueño, sino que también nacional: la Academia de Educación Física, incubadora de valores que han destacado en las canchas del Norte, en las nacionales y también en las internacionales: Medel, Guiraldes, Viollo, Montague, Figueroa, Malagarriga, Bontá, los Solari, y otros en atletismo, básquetbol, natación y waterpolo. Pocas instituciones deportivas chilenas han logrado cumplir una campaña más hermosa en los propósitos deportivos, sociales y educativos. Sus directivas se han empeñado en orientarse con más altura que la mera competencia y así han conseguido formar generaciones que han destacado no sólo como cracks de las pistas y de las canchas, sino también como hombres que, desparramados después por el país han tomado las riendas de colectividades deportivas, sociales y políticas. Bien dijo alguien que la Academia más que un club deportivo es una Universidad. La universidad de las alas que en el uniforme son negras y de oro en la insignia que los académicos llevan orgullosos en sus solapas. Magnífica cuna deportiva tuvo Juan José Gallo; allí hizo el kindergarten para después con los años proyectarse como grande del deporte chileno y sudamericano. En los equipos de la Academia jugó básquetbol, béisbol, waterpolo y practicó atletismo. Y se saturó con el compañerismo, con la lealtad, con la corrección deportiva y acendrado carácter a su bandera, que es la consigna de la institución.

Como alumno muy adelantado pasó de un brinco a la primera línea. Podría decirse que hizo tres años en uno. Se preparaba la selección de básquetbol de Iquique para el Campeonato Nacional de 1942. Había entrenamientos todas las tardes en la cancha del Instituto Comercial y allí estaba siempre entre los primeros, pero como un intruso. No estaba llamado, no podía estarlo, pues sólo era jugador de segunda división, pero como siempre faltaba alguno para completar los equipos entraba a jugar. No falló una sola tarde y la verdad es que rendía más que los escogidos. Así no hubo titubeo cuando al embarcarse la delegación se excusó uno de los nombrados. “Hay que llevar a Juanjo”, opinaron dirigentes y jugadores. El equipo ganó en Antofagasta y Coquimbo y se fue a las finales de Talca. De Iquique salió Juanjo como última reserva y a Talca llegó como primera. Había llenado de goles la canasta de los antofagastinos y coquimbanos . Lo pusieron en el primer match en Talca frente a Valdivia, y marcó 25 puntos, muy bueno, pero no se podía romper el famoso trío de ataque que le dio dos títulos nacionales al básquetbol iquiqueño: Salinas, Bontá y Wood. La máquina de hacer goles. Gallo era un reserva que entraba cuando uno de los tres titulares salía obligadamente.

Recuerdo ese torneo efectuado en el estadio talquino. Hubo un match bravísimo con Valparaíso que produjo incidente mayúsculo. Iquique logró el doble de la victoria por intermedio de Freddy Wood sobre la hora y Valparaíso, que jugaba con su cuadro completo de los Ibaceta y Pepino González, reclamó que el doble había sido hecho después de terminado el match. Iquique en ese torneo fué campeón nacional por segunda vez consecutiva, el año anterior lo había logrado en Linares. En ese match con los porteños faltaron cinco minutos cuando salió Salinas y tuvo que entrar Gallo. Gran temor entre los parciales iquiqueños, la brega era muy dura para el muchacho flaquito, pero, ¡oh sorpresa¡ a cada doble de Valparaíso replicaba uno de Gallo, hizo tres seguidos y afirmó la victoria. Muñiz, el entrenador, tuvo que sacarlo luego porque había hecho tres dobles, pero le había dado tres porrazos terribles que bien pensó. “Si lo dejo me lo quiebran”.

Escogió la carrera militar. Hoy es el subteniente Juan José Gallo Chinchilla, del Regimiento Buin. Su fama y su capacidad deportiva crecieron durante la permanencia en la Escuela Militar. El deporte y la instrucción que pudieron abatir a uno menos fuerte, lo fortalecieron más. En la Escuela Militar fue pronto figura popular: puntal del equipo de fútbol, capitán del equipo de voleyball, crack del equipo de básquetbol y atleta de cuatro pruebas: lanzamiento del dardo, saltos triple, alto y largo. Y, además un alumno estudioso. Como el deporte le quitaba tiempo en el día se metía de cabeza en las noches a los estudios. Sus jefes lo señalaron como un ejemplo. Otro crack de tanto brillo habría buscado la manera de gozar de algunas prerrogativas, pero él no las pidió. El deporte es una cosa y la instrucción otra. Al salir de la escuela le dieron tres premios: el de mejor deportista, el de educación física y otro más honroso, la medalla de oro del mejor compañero. “Respondiste como académico”,  le decían en un telegrama sus compañeros del norte.

Pudo haber brillado antes en el deporte, pero estaba su carrera militar. Disciplinado se sometió sin tardanzas ni actitudes remolonas a la instrucción y fué la razón de que no pudiera salir a las competencias oficiales más que de tarde en tarde. ¡En torneo de atletismo santiaguino se presentó una vez y tiró el dardo a 50 metros, meses después hizo salto triple y anduvo bordeando los catorce metros. En cada oportunidad llamó la atención y los dirigentes y los cronistas lo enfocaron con sus elogios, más luego desaparecía. En básquetbol se destapaba de repente con unos partidazos formidable, para luego no se le veía más o pasaba inadvertido. Kenneth Davidson, el coach norteamericano, comentaba: “¡Ah si tuviéramos una media docena de Gallos”. Es probablemente el jugador mejor dotado que hay en Chile, pero no hay como conseguirlo  para los entrenamientos. Y comenzó a perderse la esperanza. En el básquetbol se comentaba: “Prefiere el atletismo, no le gusta jugar entre los cestos”. Y en el otro lado: “No le gusta el atletismo, lo tiene agarrado el básquetbol”. Y nadie estaba en la razón. No es que no le gustare el deporte, por el contrario, era su pasión, pero ante estaban los deberes de cadetes, su carrera profesional. No hubo campeonato nacional de básquetbol, en la que no se le nombrara entre los seleccionados, primero por la Asociación Universitaria y después por la Santiago, pero nunca pudo concurrir; así es como desde el año 42, cuando era estudiante en Iquique, no ha podido actuar en otro Nacional. Tampoco en las selecciones de Atletismo, el 47 se logró meterlo, a última hora, en el equipo para el Sudamericano de Río; con diez días de entrenamiento se le tomó una prueba de suficiencia antes de embarcarse, deferencia porque Chile necesitaba triplistas y se conocían sus condiciones. Los de la comisión técnica sabían que después de Carlos Vera sólo Juan Gallo podía tener figuración internacional en el salto triple. Con diez días de entrenamiento saltó 13 metros y noventa y una semana después en Río de Janeiro ganaba el tercer puesto con  14 metros 36. Atleta de clase sin duda. En el torneo reciente de Lima pudo ser un valor muy estimable para el triple y el dardo. Pero no podía estar en dos partes. Sucede que los Sudamericanos de atletismo y de básquetbol se efectúan cada dos años por la misma fecha: el 47 prefirió el atletismo y fué a Río de Janeiro; el 49 optó por el básquetbol y fue a Asunción. Siempre se lo han estado peleando los dos deportes. El lo ha explicado: “No es que no me guste el atletismo, sino que juego básquetbol, porque es un deporte que en se puede entrenar de noche, en el día no tengo tiempo”.

Por estos aspectos es admirable la campaña de Juan José Gallo. Ha podido destacar como un valor del deporte chileno en base a su rica cualidad física. Lo ha demostrado sin que hasta ahora, en sus 24 años, haya podido especializarse y prepararse en forma más o menos adecuada para rendir en un plano superior. Lo ha hecho nada más que empujado en la condición magnífica que posee. Es de los sin fallas. En donde se ponga a competir y a luchar ha de ser figura llamativa, porque le sobra calidad y temperamento. Lo ha probado muchas veces. Iquique necesitaba un alero goleador para su team de básquetbol, y en Gallo lo tuvo. Iquique necesitaba un arquero para su equipo de Waterpolo, y en Gallo lo tuvo. El Regimiento Buin necesitaba un puntal para su equipo en las Olimpiadas Militar de Los Andes, y Gallo ganó tres pruebas y figuró en otras. Chile necesitaba un triplista y lo tuvo en Gallo y también fue bueno beisbolista en la Academia de Iquique y como jugador de Voleyball en la Escuela Militar. Y en fútbol y en básquetbol, por donde lo busquen. En la selección de básquetbol en Londres fué alero y en Asunción, defensa. Había que tapar a Furlong frente a Argentina, a Ruiz frente a Uruguay, y allí estaba Gallo.

Como dijo Davidson; ¡Si tuviéramos media docenas de Gallos¡.

¡Como le hace honor al apellido¡.

Tomado de la Revista Estadio.
21 de mayo de 1949.