En la década de los años 80, en Iquique había una notable escasez de abogados. Me refiero a abogados dedicados al tema de los derechos humanos. Tiempos de Montoya, Valenzuela, Zegarra, Vila, ente los que recuerdo. Tiempos en que la universidad, IPI y luego Unap, estuvo secuestrada y controlada. En esos años se nos aparece Jaime Vivanco, un hombre bajito, elegante, sofisticado, amante del cine, los buenos libros, el boxeo, los toros y las corbatas. No costaba hacerse amigo de él, menos de su compañera y que decir de sus tres hijos. Una de sus películas favoritas era «Muerte en Venecia». No se como le gustaba Iquique, si Europa era su referente. Un hombre ilustrado que optó, por amor, vivir en esta ciudad abierta como Roma. La Carmen lo sedujo.

En los 80 Jaime fue columnista de este diario. Su preocupación era el derecho ambiental. En ese aspecto fue un visionario y nos contagió con esos nuevos temas. Su casa siempre fue una sede social para hablar de este mundo y del otro. Fue un hombre clave en la apertura de la carrera de Derecho en los años 90. Respetado y admirado por estudiantes y profesores, lo que no es nada de fácil. Me cuentan que una sala de la Unap espera por su nombre.

 

En los 80, hablar y compartir con Jaime era un lujo. Era un hombre del siglo XIX viviendo el siglo XX. El tango Cambalache, lo representaba. Pero, él era, ya lo dije, un gran profesor. Paseos a la playa, noches de Wagon, ceviches, boleros, tardes de video en Betamax, seminarios en el Crear, miedos y temores constituyeron referencias, hoy memoria activa. La campaña del No, otro hito en que aprendimos a sumar y que hoy, al parecer, olvidamos.

Su sonrisa nunca lo abandonó. Su casa, una postal del Iquique que cada día se nos muere un poco. Junto a su familia, supo ser un iquiqueño más. Jaime Vivanco era universal, pero en Iquique, supo ser local, tiraneño, lector de Juvenal Ayala, Rivera Letelier y Roberto Castillo Sandoval, admirador del Tani y de Godoy.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 3 de diciembre de 2017, página 15