Septiembre tiene múltiples rostros. Sin embargo la imagen del huaso se nos impone casi por decreto. Y con ellos sus atuendos: sombreros, mantas, espuelas, botas, cacho y todo aquello que remite a la idea de la nación definida desde Santiago y con raíces en el campo. Montado por cierto, sobre un caballo. Esta figura se nos transmite desde la escuela. Se nos hacía dibujar paisajes que no conocíamos. Inmensos árboles, ríos, tinajas de greda y sobre el asta dibujábamos una bandera chilena. A la hora de cantar «Que bonita va», se imponía.
El huaso a su vez se relacionaba con el rodeo y ambos sintetizaban la idea de chilenidad que había que hacer creer en el Norte Grande, territorio que gracias a sus riquezas mineras llamaba la atención del centralismo.
La otra cara del huaso oculta por el discurso oficial, estaba compuesto por el campesino. El peón que junto a su mujer sobrevivía en un régimen de semi esclavitud. Este fue el que se enroló en el ejército chileno en la guerra del Pacífico, y otros se engancharon a las faenas del salitre. Este tenía una chupalla, un poncho deshilachado y unas ojotas donde las espuelas nunca se calzaron. Ni que hablar del caballo.
Este campesino pobre fue el que se mezcló con los de acá. Este fue ensalzado por la poesía popular, entre otros por Juan Rafael Allende que destacaba su sabiduría y su cristianismo cósmico.
Sin embargo la figura de este campesino devenido en soldado y luego en proletario no calzaba con la imagen del huaso bien afeitado que tan bien representan, por ejemplo, Los Huasos Quincheros.
La cueca y la tonada se toman el dial de las radios. Y la figura de la ramada y del asado con vino tinto, sobre un mantel tricolor, en el Norte Grande, no logra ocupar el imaginario poblado de una multiculturalidad que viene desde muy atrás, antes de la guerra del Pacífico.
Nuestra chilenidad nortina no precisa de esos rituales. Cantamos la Reina del Tamarugal en vez de Que bonita va, y eso no atenta en lo más mínimo nuestra querencia por los colores patrios.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 30 de septiembre de 2018, página 15.