Eran quince hermanos los Lara-Zárate. Tres de ellos, incluido el Roly, armaron un trio al que llamaron obviamente «Los Lara». Boleros y valses constituían su repertorio. Huara, Humberstone, Pozo Almonte, se alegraban con esos punteos y arreglos vocales. Con ese aprendizaje, cuando la crisis salitrera le señaló al puerto como su nuevo destino, le bastó para cambiar la guitarra de madera, por el bajo eléctrico. El Roly, con ese instrumento y sentido del humor, se hacía contemporáneo de Los Beatles y de toda aquella movida musical que arribaba en Lp de vinilo, y alojaba en chanchas del Murex y en una que otra de Thompson con Amunátegui.

La fama no lo cambió. Se reía de ella como quien hace chistes sobre la muerte. «Era un loco» dice su hija, a quien el Roly la bautizó como india. El facebook anunció su muerte. Y a modo de epitafio escribí: «Hay que llorar y como Dios manda. Se nos ha ido Rodolfo Lara, el bajista de los New Demons, aquel que junto a Lalo Espejo, Loro Boero, Marcial Ayala, Nelson Tapia y Pato Pineda nos hicieron cantar a coro con los iquiqueños de entonces «No llores por amor». Lara, el más humilde de esos muchachos como diría el eterno Nelson Iván Cejas, nos ha dejado, pero no lega ese disco, la revista Cine Amor y esas largas y eternas noches en el Camino, la plaza Prat y las «chanchas» que se adormecían cada vez que sonaba «Todo pasó».

Se casó con descendiente de italiana, Berta Mannielo Evangelista, un matrimonio inter-étnico, se diría hoy. Gabriela y Carolina sus hijas.

Conocí al Roly cuando rodamos el documental de Los New Demons, un archivo más de nuestra rica y variada historia musical. Rodolfo Lara Zárate aportó con su sonrisa, su vitalidad y sobre todo con sus ganas de reírse de todo. Era en el buen sentido de la palabra, un hereje y como tal debe estar discutiendo con los otros demonios, los próximos pasos a seguir. A los 74 años, nos dejó. Si esta ciudad fuera solemne una calle debiera llamarse New Demons.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 8 de abril de 2018, página 16