Los tiempos que corren son de la memoria, porque el olvido, su contraparte gana terreno. Pero no basta con hablar de la memoria y de sus ejercicios. No basta con levantar monolitos y memoriales, visitar de vez en cuando los llamados sitios de la memoria, poner en escena, vestirse como se suponía se vestían, las víctimas. No. La memoria es algo más que una pieza de museo. La memoria diáloga con la nostalgia, y esta no es más que el lamento de lo perdido.
El centenario de la matanza en la escuela Santa María fue la prueba más palpable del triunfo de la no memoria (no hablo del olvido), sobre la memoria. Un trazo de olvido trágico cruza la piel de esos hechos del 21 de diciembre de 1907. Marginada de la historia oficial, la tradición oral, con todas su debilidades y fortalezas, la mantuvo en vigencia. La obra de Luis Advis habría de universalizar la tragedia ocurrida en este puerto. El «Señores y señoras…» es la entrada para que hablen los obreros, con la voz del intelectual. La novela obrera ya la había intuido. «Tarapacá» de Osvaldo López, en el 1903 resumía las demandas de los obreros. «La luz viene del mar» de Nicomedes Guzmán la reseña. Volodia Teitelboim emprende también la tarea de novelarla. Hernán Rivera Letelier, va mucho más allá y logra un relato más literario y por lo mismo más convincente.
Cada año, se nos despierta, a pesar de los bullicios de la Navidad, la conciencia memorística de uno de los hechos más trascedente de nuestra historia patria. Pero no pasamos de eso. Es sólo una evocación. Un detenerse, guardar silencio y ya. Pero ya no es un hecho político, menos épico. Y lo peor, carece de ética.
Los muertos de ese diciembre de 1907, nunca descansaron en paz. Ya sea careciendo de nombres y apellidos, huérfanos de luto, trasladado de un lugar a otro, puesto en escena como si fueran piezas de un museo, contabilizados en forma macabra. Espero que no le vaya a suceder lo mismos, a nuestros muertos de Pisagua.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 21 de diciembre de 2014, página 22