Con excepción de los dos colectivos de la calle Lynch y O’Higgins, Iquique era una ciudad que dialogaba con el cielo de un modo respetuoso. La torre del reloj de la plaza Prat, las de las iglesias San Francisco, Buen Pastor, San José,  San Gerardo entre otras, marcaban el límite aéreo. Los que venían por primera vez a visitarnos decían que esta era una ciudad chata. Otros agregaban que además de lo anterior, estaba en un hoyo. A la primera observación se le decía que lo bueno venía en frasco chico. A la segunda se le replicaba que en tiempos del salitre, Iquique estuvo integrado al mundo.

En lo que si había consenso era que la nuestra era una ciudad amable. Por lo mismo llama la atención los resultados de un estudio que afirma que esa cualidad no está tan presente. Ese intangible, que forma parte de nuestra identidad, parece irse en retirada. Tiempos esos que cuando alguien preguntaba por tales calles prácticamente se le acompañaba. Ese ritual de saludarse a grito pelado de esquina a esquina. Ese acto tan provinciano de entrar a un restaurante y aparte de saludar, expresar el clásico «Buen provecho». Existían aquellos, además, que llegando tarde al cine, saludaban con un eufórico «Buenas tardes». Imagínense las respuestas del respetable. Se convidaba una tacita de té, se invitaba al desconocido a jugar una pichanga.

Hay que romper la idea equivocada de que las ciudades chicas son, casi, por su tamaño, amables. Y las grandes no. No debemos porque seguir pagando el precio del progreso, como se afirma por ahí, justificando lo que sea. Saludar en el ascensor, sonreír, mirarse a las ojos, abrazarse, responder amablemente, son cualidades que jamás debieran perderse. Por lo menos, a fin de año, abrimos nuestras casas. Mas que levantar edificios de torres, hay que construir confianzas y amabilidades.

La amabilidad ese gesto agradable y  cálido constituye una de las principales herramientas para hablar seriamente de turismo. Así como hay gente amable, hay ciudades amables. E Iquique, lo fue. Y no veo porque debemos resignarnos a perder esa cualidad. 

Publicado en La Estrella de Iquique, el 17 de diciembre de 2017, página 25