En el inmenso entramado barrial que tiene Iquique, sobre todo aquel de la segunda mitad del siglo que se nos fue, los barrios producían no sólo campeones de Chile, sino que también personajes. Bajo esta última categoría cabían aquellos que destacaban, no exclusivamente en el deporte, sino que en otras áreas. En algunos casos era su elegancia, o en su parecido a un galán del cine norteamericano. Sobresalían además por su canto, o bien por su capacidad de ponerle sobrenombres al recién llegado. Estaban los que con la talla a flor de labios resumían la situación nacional de un golpe. Uno de ellos, se nos ha ido esta semana.

Sabemos porqué, pero no sabemos quien le puso Cabeza de Buque. Hay sobrenombres que no necesitan explicación. Y este era una de ellos. Tiempo en que en nuestra ciudad había un buque manicero. Y cuando se viajaban lo hacíamos en buque, no en barco. Cosas del diccionario.

Además era un envenenado por Alas Negras. Así se le decían a quienes daban su vida por su club deportivo. En este caso por la Academia de Educación Física. Antonio Rivera Rivera (1931-2017) era su nombre. Era un académico, de tomo y lomo, como afirma Carlos Silva, “Mogambo”. Fue atleta y brilló con luces propia. Pero fueron otras la que encandilaron a todo Chile. Invitado los estelares de TV, se hizo famoso por su sentido del humor. Dicen que imitaba a Cantinflas como nadie.

Antonio Rivera, pertenece a ese Iquique que casi ya no está. Como él, muchos más como “Perico” Espinoza del Unión Morro, Domingo Sacco de Sportiva Italiana, Manuel Silva de La Cruz, envenenados por su clubes, nos enseñan y recuerdan la falta que nos hacen, sobre todo su ética comunitaria, y su sentido del nosotros. Esos ejemplos hay que recuperarlo

Cuando supe de la muerte de Cabeza de Buque, un domingo por la tarde, se me murió un poco más esta ciudad que latía y vibraba por las energías barriales. El mejor tributo a don Antonio es que este tremendo club que es Academia, navegue cada día mejor.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 22 de octubre de 2017, página 25.

Fotografía Maycol Soto.