MANUEL MONTECINO EQUIPO MANUEL MONTECINO

 

 

 

Se vestía de un negro riguroso. Es que para ser arquero ese color era el indicado. La vieja escuela cuyo mejor exponente fue Lev Yashin, indicaba en ese manual oculto, pero preciso, que un guardameta no podía sino vestirse con ese color: solemne, ritual y de nuevo solemne. Además se ganó el mote de loco. Para ser arquero hay que serlo, de algún modo. Nadie en su sano juicio, elige habitar bajo los tres palos, en esa soledad que ningún poeta conoce. A la hora de los penales, casi siempre Dios está con el que ejecuta.

Era, además ferroviario y como tal jugó buena parte de su vida por Iquitados, ese club de ferroviarios del Estado que la dictadura descarriló. Manuel, era de izquierda, allendista y nunca lo negó. Fue el arquero recambio del Mono Sola, lo que es desde ya, una gran responsabilidad. Pero nunca se amilanó ni muchos menos. Antes del Iquitados, selló el arco de Estrella de Chile. Y era por cuestión de barrio. Manuel era de la calle Sotomayor más cerca del Matadero que del Colorado, aunque nadie sabe bien por qué, defendió a los pescadores y no a los matarifes. En cuestión de deportes parece que no hay nada escrito. Con la ida de Manuel Montecinos Montes, a sus 80 años, desaparece una gran tradición de arqueros que iniciara Julio Vernal, campeón de Chile, el año 1930. Después de él, en el 78, se consagra Luis Acao y Domingo Campodónico.

Tenía el ademán serio y la sonrisa nada de fácil. Le gustaba el tango como a toda la vieja guardia de iquiqueños. De niño lo vi en el estadio Cavancha, repasando con sus botines su área como quien marca su territorio. Era alto para mis pocos años. Sus amigos le decían loco, nosotros, don Manuel. Fue seleccionado chileno olímpico para los Juegos Panamericanos de Sao Pablo en Brasil, el año 1963, junto a Pedro González y Héctor Dávila. Los tres además campeones de Chile, por Iquique, el año 1965, aquel del recordado gol de Rubén Ahumada. Don Manuel olía a ferroviario, ese olor que sólo los que pertenecemos a esa gran familia sabemos percibir, pero no definir.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 24 de abril de 2016, página 15