Aunque no conocí personalmente a Luis Advis, supe tanto de él por boca de su hermano Patricio, que creo haberlo conocido casi como conozco a este Iquique tan ancho y tan ajeno a veces. Supe, por ejemplo, que no viajaba en avión. Esto explica en parte el porque de su ausencia tan larga de su tierra natal. Lo inexplicable es sin duda, como el mundo oficial local, le ha dado la espalda. La deuda que los iquiqueños tuvimos con  Luis Advis ya no se cancela.

Luis Advis es sin duda un iquiqueño universal. Esa clase de hombres que rompen las fronteras por el simple expediente de  ser buenos en lo que hacen. Pero en el caso de este Advis, hay que decir que su labor y su talento, su sensibilidad y su compromiso, lo llevo a emprender una obra de alto valor que traspasó fronteras y sobre todo, generaciones.

Aunque él mismo haya dicho que la Cantata de la Escuela Santa María,  no era la mejor de sus obras, el juicio del público, o mejor dicho del pueblo, es categórico. Esta obra estrenada en 1969, no es solo una obra musical; no es sólo la expresión de una fusión entre lo clásico y lo popular; es todo eso, es sobre todo las cosas, uno de los aportes más valiosos a la memoria colectiva, al patrimonio, al no-olvido.

La Cantata de la Escuela Santa María de Iquique, es el documento  poético-musical que universaliza una de las más sangrientas matanzas que ocurrieron en América Latina, y que como tal, sufrió el olvido por parte de la historia oficial. La Cantata fue la obra que verificó lo que la tradición oral decía de lo que había ocurrido aquel 21 de diciembre de 1907.

En ese long play editado por la Discoteca del Cantar Popular -DICAP- fue y sigue siendo para los iquiqueños una pieza de colección. Recitarla y cantarla se constituyó en uno de los símbolos más irreductibles de nuestra identidad. No hay disco que los iquiqueños hayamos guardado más celosamente. En los años del autoritarismo militar fue escuchada en silencio, y los cassettes pasaban de mano en mano. Mi tío Amador  enmarcó aquella foto en la que aparece El Quilapayún, Humberto Duvauchelle y Luis Advis y la puso en el living de la casa. Nunca fue retirada de ese especie de templo casero. Es que era una foto familiar.

Luis Advis fue por cierto un exiliado de esta tierra. Y se fue en esa época en que  parecía no haber otra opción. Pero llevó en sus maletas esa historia triste  que cruza a toda la iquiqueñez. Habrá sido una tarde de invierno santiaguino sentado frente a su piano que empezó a deletrear esa obra doliente. Con la muerte de Luis Advis, los iquiqueños empezamos a sentirnos cada día más solo. Cuando escuchemos La Cantata estaremos recordándolo.

 

Publicado en La Estrella de Iquique, el 19 de septiembre de 2004.