Iquique fue emporio de riqueza y alegría, con sus carnavales únicos en América del Sur y del Centro. Comparsas de enmascarados impulsaban sus ingeniosos carros alegóricos entre murgas y charangas. Los «victorias» tirados por caballos recorrían las calles céntricas, cargadas sus cabinas con globos llenos de agua, que eran lanzados hacia los balcones de las casas y desde éstas contestadas con arma idéntica.

Tomado de La belleza del desierto, de Oscar Gómez Bustos.

Revista En Viaje, enero de 1960. Nº 315